Pili Pili Sur Un Croissant Au Beurre como metáfora de la vida...
Abro
el portal pensando en la ducha de agua caliente que me voy a dar nada más
llegar a casa. Todo el mundo echaba de menos la nieve en la sierra pero el frío
seco ya se puede notar en mis manos. El día había ido un poco del revés, ya
sabes, a veces los adultos cargan a los niños con demasiados problemas en su
mochila. Subía por las escaleras quitándome la bufanda, desatándome el abrigo,
intentando desprenderme de todas las trabas con la que había cargado desde las
9 de la mañana. Antes de que se apagaran las últimas notas de la canción y
abrir la puerta de casa, mi cabeza ya estaba metiéndose en la bañera. Lo dejé
caer todo encima de la cama y fui desnudándome rápido pero con paso torpe. Todo
el mundo que me conoce sabe que puedo tropezar con mis propios pies en
repetidas ocasiones. Esta semana tengo la casa entera para mí pero cierro la
puerta del baño tras de mí. No entiendo que esté deseando quedarme sola en
casa para hacer cosas que no puedo con tres más vigilando(me), por ejemplo
bailar desnuda por la casa y, al final siempre termino por no hacerlas por lo
raro que me parece, pero bueno eso ya es otro tema. Abro el youtube, necesito
seguir disfrutando del descubrimiento musical de esta semana. Últimamente Gaël
Faye me acompaña al trabajo, me anima subiendo la cuesta del Chapiz y pasea
conmigo por esta ciudad de paredes que hablan y de poetas en los puentes. Me
sorprende en cada melodía, en cada palabra que logro entender, en el sentido y
en la verdad de sus letras. Ya tengo los pies pequeños en la ducha, mitad del
cuerpo frío, los ojos cerrados, y espero a que las primeras gotas de agua
caliente comiencen a borrarme los malos entendidos de este maldito
jueves.
Salgo
de la ducha tarareando unos versos que se me han quedado en repeat.
“De ma vision romantique, j'veux faire naître un
nouveau type
Car j'fais partie de cette diaspora de cette jeunesse
Qui a quitté le pays pour faire recette
Mais j'men rends compte, qu'on est trop con
Qu'on gâche nos vies et que l'Europe devient notre cocon…”
Car j'fais partie de cette diaspora de cette jeunesse
Qui a quitté le pays pour faire recette
Mais j'men rends compte, qu'on est trop con
Qu'on gâche nos vies et que l'Europe devient notre cocon…”
De
repente todo se queda en silencio y el móvil me señala que tengo un nuevo
correo que tengo que leer. Modificando mi comportamiento habitual de pasar de
ese objeto que me arde en las manos, abro el correo deseando encontrar una
carta de recomendación o esperando que sea un correo de ‘Lo Mónaco’, de algún
banco pidiendo que ingrese el dinero que no tengo o publicidad de alguna página
porno y pueda seguir cantando como loca por la casa. Me sorprendo pero es
Isaac. El asunto del mensaje dice “Vuelvo a casa”. Aunque el mensaje es
breve, leo despacio y con atención.
“Mañana salgo para Ereván. El cónsul ha logrado facilitarme el contacto de mi
padre. Estoy
inexplicablemente tranquilo, como si todos estos años a tu lado me hayan ido
preparando para saber que ‘todo va a ir bien’. Todas estas preguntas de
no saber de dónde vengo, de quién tengo los ojos, a quién saco este pelo o si
mi mirada es rusa, armenia o española, todo esto de no saber quién soy me ha
destrozado tanto por dentro que no confío en esta extraña tranquilidad. Pero es
como si el regreso a mi origen me hiciera sentir en paz.
No
quiero volverme loco a escribirte, a decirte que quiero llevarte conmigo, que
quiero que conozcas a mi padre, que me reconozcas en él, que quiero recorrer
uno de mis países a tu lado, que quiero aprender ese idioma de símbolos raros
contigo. No. Solo estoy aquí para darte las gracias por
enseñarme el camino. Gracias”.
Al
final toda persona está constituida por múltiples identidades y es una
necesidad del ser humano conocer cuáles son y poder pertenecer a ellas. Cada
uno tiene su propia historia, a veces hay que crearla o regresar a por ella. Ya
lo decía Maalouf que la locura de la identidad puede llegar a matar a sus
semejantes. Lo que a Maalouf se le escapó es que cuando se excluyen ciertas
pertenencias, la identidad puede llegar a ‘asesinar’ a uno mismo.
Ya no
me quedan gotas de agua en el cuerpo, quizá los nervios me hayan secado por
completo. Me tumbo en la cama sintiendo un calambre desde mis pies a mis manos.
Cierro los ojos y decido descansar ya que mañana tendré un viaje muy
largo.
Yo creo en ti y en tu viaje, ahora solo tienes que
confiar tú.
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