el mundo va muy rápido
Paseo por la calle como queriendo recorrer cada una de las calles lo antes
posible, como si esto fuera una carrera. Las caras de la gente son insignificantes
para mí, no atiendo a miradas, ni a gritos, ni a besos. Algo en mí ha hecho que
no pueda soltar el pie del acelerador.
Puedo llegar a alcanzar velocidades increíbles,
llega un momento en que tengo la grata sensación de que por unos momentos dejo
de tocar el suelo.
La música, últimamente, muy poco yo, no hace más que
aturdirme, dándome aplausos y animándome a seguir cuando mi corazón ya no puede
más. En este tiempo mi cabeza y mi corazón no se entienden y parece que no
quieren ni tienen la intención de hacerlo. Quizá es que no se conozcan
demasiado.
Es ese despertador espantoso pero apetecible el que me da el pitido
de salida. Las horas en las que debería dormir, mi cabeza deambula y no para de
imaginar, noto que me quiere decir algo.
Los días parecen que no se terminan, que se acontecen los unos con los otros, me persiguen…
La bici, mi gran compañera y aliada. Me haces pedalear cuando siento que me
tiemblan las piernas y hoy, llega el momento, quizá por infortunio de la mujer
que giraba en la esquina o quizá porque yo no atendía a razones. He tenido que pillar a la mujer que llevaba la compra con la bici para darme cuenta de que mi mundo se estaba acelerando tan rápido que yo no podía pararlo.
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