La vida con sangre entra...



Y de repente se escucha un ruido desgarrador. El silencio llegó para proteger la casa y organizar el caos. El vaso había explotado en sus manos. Se había roto dentro de ella. La sangre empezaba a correr por esos dedos tan pequeños y frágiles. Ese líquido rojo tan denso y agradable apenas tenía tiempo a recrearse en el viaje hasta estrellarse contra el suelo. Se quedó paralizada por un instante. No llegaron a pasar más de tres minutos pero al volver la vista hacia su mano un pequeño charco había aparecido entre las baldosas de la cocina, esas que llevaban con la misma mancha de café al menos cuatro días. Corrió asustada al baño a lavarse. El lavabo, tan sucio como ella, empezó a teñirse de rojo. De repente en esa maraña de pensamientos apareció la angustia, el miedo, la ansiedad. Y si algún cristal minúsculo se hubiera quedado clavado en ella y ella, como siempre, se diera cuenta demasiado tarde. 
Siempre es lo mismo. Siempre tarde. 

Se miró en el espejo y en él reconoció a la chica de ojos tristes que sufría dentro de sí misma y soñaba con alcanzar la luna y quedarse allí por un tiempo ilimitado. Con ella había compartido algún que otro dolor en la adolescencia. A través de él regresó a las noches donde los gritos enmascarados eran sutiles llamadas de auxilio, donde las camas escondían los gramos de dolor perfectos. A las maravillosas explosiones con grandes dosis de sangre, lágrimas de desesperación y  aniquilantes noches de silencio. Apareció en una habitación llena de cristales rotos, en los veranos en manga larga, a las miradas perdidas y a las pastillas de la felicidad.

Tenía tanto fuego, tanta mierda, tanta angustia dentro.Eran tantas heridas que llevaba años sangrando pero hoy había sido la primera vez que se había visto en carne viva. 

Es curioso cómo nuestro cuerpo nos pide que nos protejamos, que nos queramos y que nos olvidemos de dar nuestra mejor cara al mundo.  Y a veces incluso lo dice gritando y aun así somos capaces de cosificarlo. Nunca pensamos hasta qué punto tiramos de nuestro cuerpo pero ¡menos mal que él SIEMPRE termina por alzar la voz!  

Quizá la libertad consista en eso, en demostrar(nos) que somos capaces de decir(nos) quiénes somos. 




As the devil spoke we spilled out on the floor.
And the pieces broke and the people wanted more
And the rugged wheel is turning another round
Dorian, carrion,
Will you come along to the end
Will you ever let us carry on

DORIAN - AGNES OBEL 




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