No dejes que se acaben las preguntas.



Se ha pasado una semana entera buscando las imágenes que habían quedado en su memoria. Sospechaba que esas fotografías habían quedado al margen. La conoció quien sabe cuándo, quien sabe por qué, o por quién. Quizá se merezca un brindis pero ¿Cómo había aparecido aquí, así de repente? Llegó sin los labios pintados, con las prisas de un hombre de negocios, buscando un buen trago de vino y con 347 preguntas en los bolsillos. Ella ni si quiera sabe el momento exacto en el que había llegado. No tiene ni idea pero fue perfecto. 

Ha venido y ha hecho andar las emociones, las reivindicaciones e incluso a mí misma. Ha venido con la pasión que ya nadie tiene o a la que nadie pone palabras. Ha traspasado la frontera y ha ido dejando en el salón sus pertenencias, se ha despojado de todo y se ha abierto entera para mí. Se ha hecho un hueco en la cama, escalando entre las baldosas que aún estaban rotas. Ella no tiene ni idea el momento exacto en que ha llegado pero ha sido perfecto.
Aún se guarda más de 158 preguntas con las que poco a poco irá tejiendo otra de las historias que guardar en la memoria. Yo, que aún no sé gestionar la crudeza de sus preguntas, me he preparado sin querer un orden del día en el que prevalezca la sinceridad y la espontaneidad. Yo, sin querer alejarme de ella, pienso en las respuestas – a, b, c, d, e incluso e – mientras deshago el caos con el que me ha dejado.



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