No se puede salvar a nadie, solo se puede amar...
Aquel niño, que espera ilusionado en la puerta, está cansado. Cansado de ir
recogiendo lo que a duras penas se ha usado, lo que ha dejado de servir para quien
lo compró esta mañana por poco más de 4 escasos y duros pesos. Está tan cansado que llega sin casi fuerzas a
agarrar la 13. Con el cuerpo derrotado sobrevivió a la tormenta eléctrica
de este trópico húmedo. La lluvia ponía la más amarga banda sonora a una noche
que parecía no acabar nunca. Las hamacas, a punto de romperse, aún mantienen el
poco peso que se esconde detrás de esa camisa de hombre tan enmarañada como su
vida. Esa hamaca, que se esconde entre la maleza y las casas de uralita aún soporta
la fuerza y los sueños del que lucha con espadas de viento, con armas cargadas
de esperanza. Y ahora, dígame usted, ¿cuánto vale esa sonrisa que aparece entre los
golpes de la vida? Dígame ¿cuánto vale?
Hoy ella se
sienta, como de costrumbre, en esa silla de madera que le cuesta cada mañana trasladar hasta
el suelo. A menudo viene con el pelo
recogido, con unas gomas de muchos colores que florecen entre esos preciosos rizos negros. Hoy parece que le han dado más medicación de
lo normal. Tiene los ojos apagados y la mirada perdida. Pero dime ¿cuánto vale la mirada que despega del suelo y parece que el cielo se abre con ella?
Entre la
multitud, se encuentra en una esquina, solo, con miedo -mucho miedo- el niño
con los ojos más triste de estas cuatro paredes. Nunca, nadie. Nunca nadie le
ha oído hablar, apenas consigue dar dos pasos solo. Nunca, nadie. Por el momento, nunca ha tenido a
nadie con el valor suficiente de arriesgarse a ser valiente. Apenas ha comido desde ayer al mediodía y aún
tiene fuerzas para jugar con la vida. Dime, ¿cuánto vale el abrazo del que
apenas tiene fuerzas para andar?
Y ahora, se supone que lo que tengo que hacer
yo es ¿marcharme?
Ahora que he aprendido a sonreír de verdad, ahora que lo esencial es lo único necesario, ahora que lo necesario es sencillo, ahora que lo sencillo es la vida (la vida agrietada, dolida, valiente, fuerte, amarga, sangrienta, poderosa, pero la más pura vida).
Ahora que he aprendido a sonreír de verdad, ahora que lo esencial es lo único necesario, ahora que lo necesario es sencillo, ahora que lo sencillo es la vida (la vida agrietada, dolida, valiente, fuerte, amarga, sangrienta, poderosa, pero la más pura vida).
Ahora
que lo único necesario es la vida ¿me tengo que ir del lugar que me ha hecho
ver que estoy viva?
Comentarios
Publicar un comentario