Lo nuestro son polvos en el aire

Anders Petersen


El coche se paró cerca del portal. Eran las cuatro de la mañana de la noche de un domingo cualquiera y allí estábamos nosotros meciendo el éxtasis en los asientos del coche. La noche no tenía ganas de acabar. Y nosotros tampoco. Eran las cuatro de la mañana y esperábamos que alguien nos obligara a despedirnos. El mañana era incierto y parecía lejano. Qué ilusos. Pensábamos que podríamos parar el tiempo. Y el mañana siempre llega, pero la lista de canciones no acaba.

Habíamos bailado demasiado rock & roll aquella noche. Dejamos que los bares nos envenenaran. Olvidamos el tiempo. Y ahora los cristales empañados. Decidiste quemar Spotify. Lole y Manuel. Queen. Alaska. La confusión es un estado natural y la obsesión la droga que no nos deja ver.

Mientras sonaba el piano de Bebo Valdés, me derrumbé en el asiento del coche. Ese mismo que iba tan lento como nuestra capacidad de controlar la situación de aquel domingo. Se nos fue de las manos. La música llenaba todo el coche. Principal protagonista de la noche, la que pone la banda sonora a nuestras conversaciones y el punto de inflexión a los delirios, las dudas y la tontería. Si lo que me había pasao, remedio ya no tenía, dice Camarón mientras busco el impulso para abrir la puerta.

Nos despedimos por tercera vez.

-          Espera. Durmamos juntos esta noche, por favor. Sin sexo, solo dormir.


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