Onírico | Del griego ὄνειρος .


Creo tenerlo todo, casi - casi, controlado. Durante estas semanas todo acontece con normalidad. Hoy, como cada dos semanas, estamos las de siempre intentando arreglar el mundo en un bar de mala muerte en el centro de la ciudad. No suele ser aquel estilo bar al que suele ir todo el mundo. Nos gusta éste. Es casi nuestro ya. Aunque si alguien escuchara de vez en cuando nuestras conversaciones terminarían prohibiéndonos la entrada, como hicieron en Días de Sur. Esto de quedar cada quince día me gusta y, además, es práctico: salimos de allí con el ego tranquilo, echándonos un poquito menos de menos y con la actitud de una soldado valiente. Además, no me hacen falta mucha repetición para construir un hábito. Depende con qué o con quién el hábito lo adquiero pronto, sobre todo para esas cosas que no van a rentarte a largo plazo. ¿pero es que hay alguien que sepa cuando algo le va a beneficiar siempre? Siempre, nunca. Palabras que dan miedo pero que con el uso han dejado de significar todo aquello que alguien le dio valor. ¿Hay alguien qué sepa analizar, poner en la balanza y decidir sin miedos ni consecuencias? Antes era más fácil. Bastante más fácil. Yo debía serlo también. De joven solía tener muy claro qué quería. Pero ahora ante tantas y tantas situaciones adyacentes no pienso en lo que quiero sino en lo que necesito, como si hubieran alterado, edulcorado e insensibilizado una parte enorme de mí misma. ¿Cómo narices lo habrán hecho? ¿y quién? Porque ha sido sin mi permiso. Jamás me lo perdonaría. ¿y si he sido yo? ¿Se me acabó la ambición? ¿ o fueron los sueños los que se acabaron? Me pregunto, a menudo, por el valor y los significados de las cosas. ¿Qué significa hacer esto? ¿Qué vale más? Intento hacer una pirámide, encontrar la buena, la correcta, la puta mejor opción La jerarquía nunca me gustó por eso la aparto de mí tanto que a veces pienso que no existe. Estoy tranquila hasta que el mundo me lo recuerda.

En la segunda copa de vino advierto a las chicas entre oraciones entre cortadas y grandes suspiros, que tengo algo que contarles. Parece que nadie me escucha. Miradas perdidas, silencios rotos, abismos incompletos. Al principio nadie me cree. Me miran atemorizadas y escépticas a la vez. La mínima posibilidad de verdad palpita en sus ojos. Los míos, verdes y dilatados, ya palpitan desde hace un rato. A veces me asombro hasta yo misma de las cosas que se me pasan por la cabeza. En el último trago ya van apareciendo poco a poco las imágenes. En un principio parecen ser irrelevantes y poco accesibles. El siguiente paso, es que en aproximadamente uno minutos esas fotografías se solapen y alteren los recuerdos. En ese tiempo extraño en el que yo desconozco qué va a pasar, ellas tienen conversaciones tan poco trascendentales que me pierdo por completo, aunque no quiera y esté haciendo esfuerzos notables en escucharlas. Aquellas mujeres que tengo enfrente divagan sobre el viaje que tenemos previsto. Organizan puntos de encuentro, especifican horarios y lugares donde vamos nos vamos a acostar. Intento sacar de mi bolsa blanca la libreta donde he apuntado parte del plan. No lo consigo. Al poner la vista hacia delante reconozco a alguien entrar por la puerta. No tengo la certeza de que sea nadie en concreto. En un principio me parece él, pero dudo porque, últimamente le veo por todos los lados. Ninguna de las aquí presentes puede confirmar que sea él. Nadie sabe que exista. Miro a Paula, que está a mi derecha, buscando un gesto de ratificación, un apoyo, pero ella sigue hablando de una tal ópera que podremos ver en el viaje. Yo me siento absurda entre tanta conversación inteligible. Hablo conmigo misma y pienso en la posibilidad de recorrer la sala. Por otra parte, se me ocurre la idea de darme la vuelta y desaparecer. No quiero que nadie me interrumpa. ¿Será todo esto una quimera? ¿alguien tendrá la certeza alguna vez de estar haciendo lo correcto? ¿si las cosas que no se ven no las entiendo cómo hago para controlarlas? Estoy dubitativa, alterada. ¿la inseguridad es una herramienta adecuada para hacerme consciente de mí misma? ¿o es el deseo? ¿Con qué me quedo? ¿Con unas noches hambrientas y desesperadas? ¿Me quedo con la poesía? ¿Acaso podría dejar para siempre las conversaciones baladíes, absurdas e incluso malévolas que a veces tenemos entre nosotras, y que muchas más veces tengo conmigo misma? ¿Por qué tengo que elegir, si la no elección es una decisión?

Dejo a las chicas hablando entre ellas y me acerco entre la gente a aquel extraño que me mira con ojos de consuelo. Solo quiero que alguien me arrope esta noche. Mejor alguien extraño.
A partir de ahí dejé de controlarlo todo.  Caminé segura hacia el abismo. 

Harry Callahan 


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