¡Los dos juntos!

Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda,mirando al campo,
Como si fuera una perra,
¡porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.

...


Vamos al rincón oscuro, 
donde yo siempre te quiera,
 que no me importa la gente, 
ni el veneno que nos echa





Pase la novia y bese al novio.

 




Comentarios

  1. No era precisamente la mejor tarde de Laila ni su más exquisita noche. La independencia razonable de su carácter otorgó a esas últimas horas del 1 de enero una esencia especial y magnífica. Llevaba incomunicada varios días, pero no podía perderse las primeras horas del año sin ver a Isaac aunque este al igual que Laila tampoco llevaba una buena racha. Las noches empezaban a las cuatro de la mañana y solían terminar dos o tres horas después. Isaac aún no había desviado su vida como para llegar a arrepentirse pero si había modificado ciertos gestos que a Laila ya le resultaban confusos llegándose a sentir una ignorante. No le conocía, al menos en los aspectos más formales y clásicos con los que ella se sentía más cómoda. Isaac miraba a Laila desde la distancia mientras los faros largos de su coche de segunda mano y cubierto de barro hasta los retrovisores la iluminaron un par de veces a unos 150 metros de distancia para advertirla de su proximidad. Los latidos dentro del pecho de Isaac aumentaron proporcionalmente a la reducción de la velocidad del coche hasta llegar este último a detenerse mientras el corazón hizo su juego más caprichoso intentando salir por la garganta. Laila subió al coche convencida de que si quería pertenecer a la memoria de Isaac para por un tiempo más ésta era su última oportunidad. Isaac intentó no hacer lo de siempre y tardó poco en decidir qué hacer antes de que Laila dijera que odiaba la indecisión de Isaac. En el fondo él ya habría preparado desde hacía varios días una botella de champagne que aunque no le gustase en absoluto podía ser un buen recurso de celebración, como en las películas de final amable o en las novelas donde siempre era ella quien se quedaba con la botella casi vacía junto a la cama. Evitaron mirarse de lleno en un primer momento porque sabían que el color de los ojos de su contrario les hacía enloquecer y someterse al cualquier mandato.

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  2. Él sabía que aguantando la mirada más de cinco segundos conseguía de ella un poco de empatía, sin embargo, Laila, que dominaba algo más de psicología, sabía que sus ojos para Isaac eran algo más que un faro a buen puerto. Se sentía orgullosa de sus ojos verdes-grises que más de una vez había convencido a Isaac de todo, de absolutamente todo, salvo de bailar y cantar. Dando tumbos por la autovía sin iluminación decidieron que la salida de Mompía era la más acertada para llegar a Somocuevas antes que por San Román dado que Isaac había estado por la tarde tomando algún que otro de orujo y no se fiaba de sus posibilidades al volante como aquella vez volviendo de una pija puesta de largo. Ambos sabían a lo que se tenían que enfrentar, a despedirse por última vez. Ya tenían práctica pero ahora habían decido poner fin a su contrato de noviazgo. Hacía meses que no hablaban más de diez minutos por teléfono seguidos y cuando lo conseguían algún reproche o algún insulto eclipsaban cualquier intento de reconciliación. La ausencia de coches estacionados en el aparcamiento era signo de la soledad con en la que ambos, cada uno en una orilla de España, se encontraban. Podía ser casualidad, pero ya habían estado una hora juntos y los fantasmas aún no habían salido. Laila intentaba morderse los labios y no reconocer que tenía tantas ganas como él de verse las caras, de respirarse y quién sabe de volver a tocarse de manera afectiva, sensible, con amor. Isaac para eso no tenía duda, necesitaba tocar su cara y meter las manos en el pelo suelto y negro de Laila que había sido una perdición desde hacía años. Isaac no dudó ni un segundo y empezó a tantear las mejillas de Laila con tanta delicadeza de Laila se extrañó y se dejó acariciar sin problema. Laila cerró los ojos y quiso aprovechar los únicos y últimos minutos de tranquilidad que emborrachaban a Isaac, que ya desde hacía prácticamente dos años Isaac vivía una situación de absoluto nerviosismo y ansiedad por todo lo que le rodeaba hasta tal punto de despreciar su vida con Laila.

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  3. . Ambos tenían dos opciones y debían de elegir rápido: Laila se marchaba en autobús a 1.000km de distancia a las 11 de la noche y ya eran las 8, así que, o se dedicaban a jugar sus mejores cartas o a lanzarse puñales y cuchillos. Isaac preguntó angustiado sólo una vez por qué Laila había podido omitirle de su vida durante tanto tiempo, Laila por el contrario le preguntó si de verdad todas las barbaridades que la había hecho sentir y padecer esos últimos meses habían tenido algún resultado positivo para él. Le hizo sentir tanta vergüenza y desazón que Isaac se cortó su lengua. ¿Por qué te fuiste tanto tiempo?, ¿por qué no me apoyaste?, ¿por qué me echaste la culpa de aquello?, ¿te acuerdas de tu postura cuándo?...y siguieron preguntándose durante hora y media sin obtener más que pizcas de odio y amargura, las mismas que les habían llegado a minar años antes y las mismas heridas verbales que habían desecho su amistad. Isaac no aguantó mucho más y le estampó un beso en los perfectos labios de Laila y acto seguido la mordió suavemente el papo. Laila en vez de reaccionar con una patada, como debería haber hecho acarició la barba de cinco días de Isaac mientras cerraba los ojos y le recordaba lo bien que le quedaba con el pelo un poco menos rapado de lo normal. El odio, dio paso la dulzura de besos perdidos, de caricias necesarias para la supervivencia humana, las lágrimas de él le traicionaron como de costumbre mientras ella intentaba mantenerse en pie. Ella le pidió una y mil veces que no la besara, que no le removiera sus cimientos, que la respetara…Isaac, como siempre decidió que eso no era una opción debido a que esas horas en el coche, junto a los acantilados del Cantábrico iban a ser las últimas horas de su vida juntos después de 7 años. Isaac se desabrochó el cinturón de seguridad, Laila retrocedió hasta golpearse con la ventana. Isaac alcanzó el hombro izquierdo de Laila y al ver que ella no reaccionaba con violencia preguntó si podía verla el cuello. Perfección de la anatomía de Laila decorado con un pequeño lunar en la base del cuello, justo en la hendidura donde solía quedarse dormido. Sí, él se acordaba de su aroma, de su textura, de su calidez, del ritmo y la templanza de su piel. Laila no pudo resistirse ni un segundo más y con las manos se apartó el pelo del cuello y el pecho. Isaac acercó su nariz y boca junto al cuello para fotografiar la parte más preciada del cuerpo de Laila. Ella introdujo sus manos en el pelo de Isaac, a veces tirando con fuerza a veces jugando desde la raíz. Tuvieron pánico de sentirse de nuevo vulnerables a sus pasiones, a sus devociones de adolescentes en cualquier parte. Pactaron quedarse en la superficie, en los labios, en la cara, jugar con las manos, quedarse en las manos. Ella no quería llevarse de viaje su olor y él no quería continuar con algo que les iba a complicar más la vuelta a la realidad cotidiana del lunes. El aroma de sus cuerpos quedó impregnado en sus manos, en sus labios. Isaac salió del coche, ella hizo lo mismo, se abrigaron con sus abrigos negros, porque aunque llevaran sufriendo toda la semana un viento sur plagado de incendios y suicidios, la noche era fría. Isaac apareció con una botella de champagne, Laila se sorprendió de que por fin Isaac tuviera una iniciativa en su vida. No habían podido brindar la noche de fin de año, pero todavía no habían pasado ni 24 horas desde el comienzo del año e Isaac pensó que nunca es tarde. Laila se acercó a él.

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  4. Hacía meses que no le vía de pie, que no le veía en persona y le agarró de la mano e Isaac sintió las mismas manos que se agarraron por primera vez cuando ambos tenían 14 o 15 años. Avanzaron hasta el borde el acantilado, en frente el oleaje acompañaba esa sensación de perdición y redención que ambos padecían. El viento movía el pelo de Laila y se apresuró como siempre a cerrarla bien el abrigo. Isaac descorchó la botella, brindó al aire por Laila, no quería nada más que brindar por Laila….Ella brindó por él. Siempre brindaban por cosas que no se cumplían pero aquel día brindaron por el uno por el otro, brindaron por sí mismos. Habían decidido dejar su pasado en los asientos del coche, dejar de discutir y matarse por unos instantes. Estaban a dos metros de un acantilado de 50 metros del que si caían probablemente no saldrían. El cielo estaba despejado, Isaac bebió un gran trago que rápidamente se hizo espuma y logró escupirlo. Laila fue más prudente y fina y bebió un traguito para cerrar un pacto. Daba igual los errores y maldades que se hubieran hecho antes, bajo el cielo ambos eran igual de vulnerables, bajo las estrellas del frío cielo junto al mar eran iguales. Se dijeron a la cara solamente los mejores recuerdos e historias que habían pasado juntos durante su vida, y sin decir nada, pactaron acordarse solamente de aquello que les había hecho felices. Se dieron las gracias por haber existido, por haber resistido tanto tiempo, por haber sido la casa, la comida, el calor, el cariño, la motivación y el respeto mutuo. Se prometieron no desaparecer el mundo y seguir queriéndose de otra forma alternativa. Isaac le dijo en bajito que ella era la mejor y Laila dijo a Isaac bien alto que no hiciera más el idiota y cuidara su vida. Isaac volvió a besar la Lila y ella no soportó la angustia de pensar en no volver a verle. Isaac se hizo el duro hasta que los nervios le hicieron congelarse de frío. Laila sujetó las manos de Isaac con tanta fuerza que la vida fluyó entre ellos como siempre. Después de tanto tiempo, y al final de todo Laila e Isaac se reconocieron como imprescindibles y ejemplares.... Hasta Pronto, Shabbat Shalom!

    "הדרך למוסקבה"

    שבת שלום,,,

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