Alhajita



Te llevo observando durante todo el viaje. Miras por la ventana como buscando el lugar exacto donde disipar las penas que alguien te ha dejado en mitad de la nada, los errores que tú misma te has tallado para  tratar de culpabilizar a alguien. Al fin y al cabo de eso trata la vida, de buscar culpables. 
Y te mantienes quieta, disimulando a través del cristal, como si todo lo que aparece por tus ojos fuera tan penetrable a ti que te vas con ello. Y te vas quedando por los lugares que pasas y los campos se llenan de ti. 
Es una tarde de Julio pero parece una maldita noche de noviembre. Todos llevamos chaqueta, paraguas y un poco de nostalgia del verano en los talones. Tu voz suena dulce y triste, canta y llora, vive y muere, revive y sobrevive. Quizá lo puedes ser todo y la única que no lo sabe eres tú. No hablas mucho pero lo que dices siempre es correcto, justo. Aunque es curioso pero parece no corresponderse mucho con lo que está pasando por tu cabeza. Cabeza que parece contener un ruido incansable, una música suave pero constante.
Y yo, mientras mantengo la vista en la carretera te miro de vez en cuando, a menudo, mucho más de lo que me gustaría y dejo de hacerlo solo por la mera obligación de llegar con vida a nuestro destino. Este coche rojo y viejo de mi padre se convierte en el espacio perfecto para observarte. Tú viajas en el tiempo, yo viajo en tus ojos. Viajamos. Quiero llevarte allí donde el mar del sur está frío, donde las puertas se dejan abiertas, allí donde confunden el invierno con el verano. Quiero cambiar de rumbo, quiero parar el coche en cualquier pueblo de esta Castilla que nunca acaba y colocarme contigo en la parte trasera de este coche de quince años y llenarlo de amor, llenarte de amor los ojos. 
Me gustaría llevarte lejos y dentro. Me gustaría alcanzar parte de algunos instantes de tu vida y quedarme en tus ojos para un poco más que estas cuatro horas pero solo puedo despedirme de ti con un gracias y un ya nos veremos. Apenas sé tu nombre, apenas sé qué haces con tu vida, apenas te has movido del asiento trasero de mi coche, apenas hemos intercambiado miradas en el espejo retrovisor. 

A penas me quedo en el recuerdo de tus ojos. 

Fotografía Nirav Patel



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