Los desperfectos...



                Me dejé la mirada pérdida en los calzoncillos negros del invitado ocasional de aquella noche. tirados, como nosotros, en el suelo frío y sucio de esta nueva, y aún casi inerte, habitación. Dejé por unos instantes de subsistir en ese mundo, creado únicamente para mí, en el que me siento tan segura y tan perjudicialmente incuestionable. El suelo deja por segundos de estar frío, el reloj sigue pasando y las horas a tu lado parecen minutos. El suelo, el silencio, el semen, el sufrimiento, últimamente lo compartimos casi todo, e incluso a veces con la ropa puesta.  

Tus manos en mi espalda van descifrando poco a poco las ganas que tengo de perder la dignidad contigo de nuevo. Una vez más, y lueg otra. Tus manos son desconocidas e incluso un poco inexpertas, aunque no ineficaces. Últimamente no pido muchos requisitos, ya basta de notas medias, de expedientes académicos, de cenas románticas y de preliminares. 

Tus manos, mis tetas. Tu creatividad, mi desconcierto. Mi culo, tu cuello. Mi anarquía, tu revuelta.  

Te dejé con la mirada perdida entre los lunares de mi espalda. Me gustan tus ojos cuando se pierden entre los recovecos de la memoria, buscando similitudes entre lo vivido y lo desconocido. Quizá se corrobore tu teoría de los contrastes. Quizá estemos aquí por esa misma razón, porque somos incongruencias perdidas en este mundo de locos. De fondo estalla Drexler bailando en la cueva. La música, el miedo, la mierda, la misma mierda, porque ambos sabemos que hoy hemos perdido un poco la dignidad con estos polvos que al fin y al cabo no significan nada. 

Mis manos, tus labios. Mis labios, tu boca. Mi caos, tu organización. Tu duda, mi inseguridad. Nuestra desconfianza en el amor.

Fotografía: Susan Meiselas



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