Ay, gitano que la luna quiere beberte ella a ti.





La música está bastante alta esta noche pero aun así Alicia, que hoy está con los cinco sentidos altamente enérgicos, escucha palabras absurdas entre los asistentes en ese último jueves de la temporada.
Trago de cerveza, despedidas a doquier y Alicia comienza a coger fuerzas para subir al Albaycin y meter las últimas cosas a la maleta. Que no se te olvide el portátil, se repite incesantemente. Pero cuando ya estaba casi finalizando la lista de cosas por meter en la maleta y justo antes de cruzar la puerta comienza a sonar algo que le incita a cambiar su objetivo. Lo único que le pasa a la chica de ojos tristes por la cabeza es coger la mano de Álvaro, dejar la suela de los zapatos en ese suelo pegajoso del Afrodisia y hacer la maleta en otro momento.
Álvaro,  es un chico de ojos azules que prefiere identificarse a través de animales en vez de adjetivos, un chico curioso y paciente hasta llegar a ser fabulosamente sospechoso que hacía recientemente la vida de Alicia mucho más sencilla. Un chico que se había llevado a Alicia en sus ojos. 

Al fin Alicia y Álvaro han dejado de bailar para salir de su madriguera habitual de los jueves por la noche. Gran vía está llena de personas con gorros de Papa Noel y las luces de colores pronostican que queda poco para terminar el año – ¡y vaya año!-. El frío de la sierra entra directo al cuello de Alicia y ésta se da cuenta de que se he dejado la bufanda entre un baile y otro, entre besos y abrazos de despedida. Mientras que Álvaro busca las últimas localizaciones para seguir la noche entre villancicos y zambombas. Alicia da vueltas a todo lo que le ha salpicado esta noche. Y como un puñetazo en el estómago a Alicia le vienen todas las palabras absurdas que ha escuchado entre Little Richard y Ella Fitzgerald.

Alicia camina a casa nerviosa, alterada y se justifica gritando a la ciudad que ha sido una semana muy intensa.- Tú vida, se dice a sí misma Recientemente la principal faena del chico que altera sus mañanas y le da las ‘buenas noches’ es escuchar las estupideces varias de la chica que se ha acostumbrado a perder cosas, incluso la dignidad en los bares más feos de la ciudad, incluso la decencia con personas que se llaman amigos.

-          - Yo no sé si me jode más que alguien me decepcione o decepcionarme a mí misma, - dice en voz alta. 

Álvaro, que sigue inmerso en tramitar las últimas gestiones con sus amigos, que tanto le quieren, con la poca batería que le queda en el móvil, se para como para dar por hecho que la estaba escuchando. Alicia sigue discutiendo, cargando de males al viento y al pobre Álvaro, que aunque ni apenas la mire, aunque apenas la escuche, sigue ahí. Ese chico de ojos claros que lleva metiéndose en su escondite más tiempo de lo que ella cree. Ese chico que entiende el lenguaje morse que ella expresa sin apenas tiempo de reacción, sin apenas terminar las frases. Ese chico que utiliza sus manos para sucumbirla en las mejores noches y despertarla cuando todavía no sonó el despertador. De ese chico, Alicia no quiere despedirse, al menos por esta noche.
 
Alicia hace esfuerzos en desprenderse del monologo de la noche que básicamente iba sobre la indefensión de las mujeres en su más privada vida sexual pero aunque lo intenta es incapaz, al igual que no atormentarse entre tantas preguntas y respuestas. Ella que ha bebido de la desolación y la ha convertido en soledad, refinada y apreciada, e incluso acogedora, quiere pasar la última noche de fin de fiesta con ese chico de ojos azules. 


Y aquella noche se erigió la mejor reina que gobernara los dominios de mi cama, clavó en mi pecho su pendón y su bandera y durmió tomando por himno esta nana. Ay corazón, duerme tranquila hasta que llegue la mañana. Ay corazón, que yo te velo en los rescoldos de mi cama. 

Ella se levanta despistada, sin la maleta hecha y con la molestia de terminar un ciclo.
Ella, aún con los ojos pintados de la noche anterior, sigue sin querer despedirse de él, al menos por hoy. 


 

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