Ay, muy cerquita...






Buenas, hola, ¿qué tal? La verdad que no sé muy bien cómo debería empezar esto pero quería contarte la historia de una chica a la que acabo de conocer. Se llama ..., bueno, no importa, no importa cómo se llame. La cuestión es que ha llegado tarde hoy a la reunión. Estábamos todas ya sentadas cuando de repente ha venido corriendo y se ha sentado en la última silla que estaba vacía. Justo enfrente de mí. Mientras Javier empezaba a explicar cuáles eran los puntos en los que teníamos que trabajar y las funciones de cada una de nosotras, ella, que traía una mochila negra y llena de agujeros pequeños, ha ido poniendo una cosa tras otra encima de la mesa. Todas estábamos aturdidas, nos mirábamos buscando una explicación. Sé que no tiene mucho sentido que te mande este audio ahora, (y a saber cuántos minuto duras). Después de estar tanto tiempo sin hablar… pero ya sabes, me gustan las cosas sin sentido. Bueno, más bien, soy yo la sin sentido.
Bueno... empezó a sacar cosas de mochila, a lo Mary Poppins. Nosotras, como niñas pequeñas, esperabamos algo que nos hiciera sonreír. Por cierto, tiene unos ojos de los que tú también te hubieras enamorado. La conocí así de repente, con sus libros, con sus manías, con sus prisas y con una sonrisa que le daba igual haber llegado media hora tarde a una reunión que se anticipaba peligrosa. Los ojos les gritaban, regalaba la sensación de estar todo bien. Tenía entre sus folios varias fotos medio arrugadas. La reunión seguía tensa como había empezado y yo, entre apuntes y afirmaciones, la miraba. Ella llevaba mirando esas fotos casi toda la mañana. Yo, con mi manía de encontrar historias bonitas en mi vida, me imaginaba lo que había en esas fotos. Un viaje, seguro había llegado de alguna estancia de investigación en donde hubiera encontrar algo o más bien a alguien...
¿Sabes? No tengo la más mínima idea de lo que hay en esas fotos pero esta mañana, en los malditos ojos de esa chica recordé los tuyos. Y yo me fui con ella, aún no sé si de viaje, hasta la luna o simplemente me dejé el espacio perfecto a los recuerdos para que parecieran reales.
¿Sabes? Ya me estoy acostumbrando a que la gente no ame. Que no sepa, que no quiera, que odie, que se obligue a no querer. Estoy harta y creo que hoy por hoy el mundo se divide en los que deciden querer y en los que no. Si, como ves, te echo de menos. Sí, soy imbécil, porque ni si quiera puedo haberme inventado bien una historia para que te mantengas hasta el final de este maldito audio. Te echo de menos, porque la gente se ha dejado de decirse palabras bonitas, de buscarse en la ciudad y de quererse. La gente tiene mucho miedo. La gente tiene miedo de otra gente. Te echo de menos y ¿sabes lo peor?, que hasta hace bien poco me echaba de menos a mí misma. Estaba como ellos, aturdida y poniéndome freno. Buscando cosas que no tienen sentido, atada a las nuevas reglas sociales de que todo está bien sin decir nada. Era como ellos buscando a los demás, metiendose en cuerpos ajenos sin pedir permiso  y menos explicación. Preguntándoles sobre su vida sin esperar a que me la digan. Y ¿sabes qué? que no tiene sentido, no tiene sentido que compartamos un amor que no se mantiene vivo, que se cuela entre las rendijas de las ventanas, que ya nadie sabe lo que es porque se han olvidado de cuidarlo. Yo no tenía sentido pero ellos tampoco lo tienen.
Que todo esto es para decirte que quiero que sepas que yo te di poco pero que te lo di todo. Todo lo que pude, todo lo que supe, todo lo me atreví, pero que sin duda alguna no era todo lo que tenía para ti. Que la culpa me duele cada vez que pienso en las mentiras más reales que he vivido nunca, que la culpa me atormenta y no por todas las vidas que rompimos, que la culpa me destroza porque no pude darte más, porque fui como ellos que se impidieron amar. Que fui como todos de los que hoy me quejo, que son incapaces de abrirse al querer, porque creen que querer es doler. Y ¿sabes qué? Que si yo hubiera decidido querer,  te hubiera arropado tanto que Granada se nos hubiera quedado pequeña. 

Que esto no es más que una declaración de intenciones de que me he decido a querer y que quiero que conste en acta y esto es solo para decirlo en voz alta.

Solo espero que sigas apostando por querer. 

 hay corazones partios
yo no los quiero
que cuando yo doy el mio
lo doy entero ay lo doy entero.

Y como dijo Salomón
y apunta el sabio muy bien
y como dijo Salomón
que para saber cantar basta con saber querer 

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