Nick Drake nos ha dejado tontos
Una noche cuando aún vivía en Santander
volvió a sonar ese disco que me dejó torpe y rendida durante semanas. Cuando
comenzó a sonar esa guitarra se calló el silencio. Él, con unos dedos estrechos
y largos, apenas hace presión en los trastes. Es capaz de suprimir la vibración
de las cuerdas y dejar un sonido perfectamente claro. Ese sonido me dejó
embobada en el cuadro de aquella chica que baila, girando sobre sí misma, con
los brazos abiertos. Y así, estaba yo, girando, de nuevo, sobre mí misma. Igual
de cíclica que él, que tú. Allí estaba yo delante de él, escuchando la voz
armónica de ese hombre que te lleva lejos de todo lo que se puede tocar. Una
guitarra con una afinación abierta que hace que esta noche comience a tener
sentido. Los sonidos claros de esa voz que te desgarra como desgarrada estaba
su mente antes de su muerte. Desde esa noche volvía a sonar en mi cabeza ese
disco que nadie daba por bueno hasta su muerte. Sin embargo, no es más que un chico solitario, despojado y cíclico
tocando una guitarra, aunque no se parezca a muchos de los que he escuchado
antes. Como cada noche hasta que me fui de Santander pudimos aprendernos todas las
canciones que todavía no se habían escrito. Momentos y canciones que me dejaron torpe y
rendida durante meses. Sin embargo, no eres más que un chico
solitario, despojado y cíclico con una guitarra, aunque no te parezcas a muchos
con los que he estado antes.
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