Lo nuestro son polvos en el aire | Vol. XIV
Me acuerdo de
escuchar en la radio la canción de ‘and I love her’ de los Beatles mientras
íbamos de camino a tu casa. La voz grave
y densa del locutor de radio3 nos hacía estar muy atentos a la información sobre
aquel disco de 1964. Ese fue el año que nacieron mis padres, te informo
mientras sigo atenta al semáforo ámbar que hay justo antes de llegar a la
rotonda de cuatro caminos. Fue un gran año, sigues ratificando con honestidad. En
la espera de luz verde que me permita seguir hacia delante, tu mirada se abandona
por minutos mientras cantas A love like ours could never die. Al arrancar
cantamos juntos: As long as I Have you near me.
Mientras bajamos
por San Fernando, me vienen a la cabeza los días de verano; las ventanas
abiertas del coche y nuestras voces cantando al unísono canciones de alguien
que perdió las gafas de Mike. Recuerdo el aire fresco dándome en la cara. Lo
que no recuerdo bien es adónde íbamos. Creo recordar que veníamos de alguna
playa de la costa oeste de la región donde habíamos pasado la noche entre dunas,
ganas y humo. Extraño tanto el verano… Todo se queda en humo, hasta el verano.
Mientras el locutor
sigue absorto en su adoración por los Beatles, te abandonas por minutos. No sé
dónde has ido, pero no estás aquí. Las personas suelen invadir esas ausencias
implorando que vuelvas al mundo, yo, por el contrario, admiro esos momentos y te
dejo estar. A veces, mientras tú desapareces, momentáneamente, imagino lo que
puede estar pasando por tu cabeza; notas, aclaraciones en los márgenes, pentagramas
o, simplemente, la grandiosa nada. Recuerdo que un día alguien me preguntó cómo te veía. La verdad es que solo me venía una imagen a la cabeza: un gran acantilado. Sentir la inmensidad, el
miedo y al mismo tiempo, la seguridad de estar aún con los pies en la tierra.
Al llegar a casa,
entramos a oscuras. Recuerdo perfectamente esa oscuridad en la que casualmente
me siento tranquila cuando estoy contigo, porque estar contigo es como estar en casa. Te sientas en el sofá viejo que hay en el salón, agarras la guitarra
que tienes a tu derecha y te abandonas de nuevo. Te acuerdas de cada palabra de
esa canción que sonaba en la radio hace unos minutos. En poco tiempo sacas la
melodía. “¿cantas?” me preguntas sin
vacilación. Entre plegarias absurdas me niego. Me tumbo en el sofá a
escucharte, cerca de tus piernas, apoyada en el cojín de flores que mecerá mi
cara esta noche. Tu destreza para hacer canciones es meramente conocida, pero a
mí me sigue impresionando cada día.
Durante
minutos soy yo la que se ausenta. Me acuerdo de tantas noches en vela, de las
canciones no escritas, de las tardes que no puedo contar con los dedos y de las
mañanas enrarecidas a bocajarro que ahora dudo si lograré en algún momento
no ser parte de tus canciones.
Me ausento
cada vez más. Recuerdo cerrar los
ojos escuchándote cantar: I know this love of mine.
De lo último que me acuerdo es de oírte a pocos centímetros de mí preguntar:
- ¿nos vamos a dormir ya?-.
De lo último que me acuerdo es de oírte a pocos centímetros de mí preguntar:
- ¿nos vamos a dormir ya?-.
Justo, en ese instante hasta los Beatles comprendieron que lo nuestro son polvos en el aire.
*Texto propuesto por Isaac :)
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