Deja que suenen las alarmas



Y en esta noche de procesiones perturbadas suenan sirenas de ambulancias que vienen a recoger los cuerpos más estropeados de la generación ‘mi-me-conmigo’. Cuerpos que aparecen llenos de llagas que supuran violentos comportamientos y que padecen una incapacidad respiratoria porque su egolatría se ha visto abandonada por momentos.  

Cuerpos que sangran una realidad marcada por una visión mágico- animista del mundo, donde permanecen los deseos de los niños frustrados de ‘quien quiso y no pudo’, que siguen buscando la atención detrás de un selfie o una mala conversación, que piensan que la realidad es su mundo onírico en el que se juntan los rezos por un mundo tan malo en el que le ha tocado vivir y las supersticiones de que ellos serán el nuevo mesías, que tienen las perfectas palabras para que todas seamos su súbditos. 

Las ambulancias se llevan a unos cuerpos infectados por un egocentrismo tipo B, cargados de pensamientos arcaicos que se esfuerzan en culpabilizar a los hombres, a la sociedad, a su madre y a ti si te pones delante.  Hay cuerpos irritados que se consideran el centro de la casa, del mundo o incluso del universo y solo bajan a la tierra cuando pueden sacar un polvo, una copa de vino o un poco de atención a alguien a quien aún no haya cubierto toda su paciencia. 

Hay cuerpos a los que hay que curar porque están enfermos de narcisismo. 

Las ambulancias  ya se marcharon, tienen mucho trabajo por hacer. 

En esta noche de procesiones pertubadas suenan las alarmas, esta vez son sirenas de la policía y esta vez me vienen a buscar a mí, últimamente digo las cosas que nadie dice y a la p**a cara.  

Hoy es el Lunes Santo, pero ya no existen palabras mágicas, solo  gente que se cree todo (y yo, lo siento pero, no soy de esas). 





Mi vida no es un comentario a la tuya.
Nada de lo que hago es un ejemplo
una nota a pie de página en tu libro.
Así que no me uses para mortificarte
y evita las comparaciones baratas.
Yo sólo me mido con viejos sueños
y con alguna obsesión que persiste.
Todo lo que he logrado tiene su cruz
y te recuerdo que no hay cuchillo
que parta por el canto una moneda
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