Ay, democracia.
Elvira
tenía 15 años y era la más valiente de toda la manifestación. Elvira tenía los
ojos azules y llenos de esperanza. Hace un año y medio su padre murió en un
accidente laboral. Esta misma mañana, el jefe de su padre, un amigo de la
familia hasta hace un año y medio, le había mandado un mensaje que esperaba que
con el tiempo todo esto se calmara y le felicitaba la semana santa. Elvira aún
iba al instituto que ahora estaba muy lejos de su casa pero que ahora
consideraba su hogar, se planteaba, sin embargo, la posibilidad de dejar el instituto
y colaborar con su madre en traer algo más que pan a su casa. Elvira había
decidido que iba a ponerse un pantalón blanco y la camiseta rosa. A ella le encantaba esa ropa, se sentía segura, guapa y fuerte.
Elvira
vivió en la calle alta hasta que su madre y ella decidieron irse a vivir a
Cazoña. Un alquiler más bajo. No vivían con muchos lujos, nunca lo tuvieron
pero ahora se habían prometido que Elvira no iba a dejar el instituto y que aún
más iba a hacer la carrera que quisiera. Elvira lo tenía claro, Historia, como
Rafa, su profesor de Instituto. Elvira antes de salir de casa, saludó al
panadero y recogió lo de todos los días; un pan de hoy y otro de ayer. Los dejó
en casa y puso a su madre una nota en la entrada, justo debajo de la última
cerámica que hizo su padre donde se apoyaban los cimientos de la casa, las
llaves que abrían una nueva casa, más humilde, más pequeña, más rebelde. Elvira
encendió su móvil y caminó durante 40 minutos hasta llegar a la plaza de
Numancia. En el camino no estaba sola, le acompañaban La Raíz, Reincidentes y
Benito Kamelas. El cielo anunciaba lluvia pero Elvira tenía una sonrisa que ni
la lluvia, la nieve o el miedo se la hubiera quitado. Elvira iba sola porque
hoy su madre ahora tenía que trabajar muchas más horas. Y hoy 14 de abril,
jueves santo, festivo se cobraba casi el doble y habían decidido que una
trabajaba y otra iba. Desde que su padre murió y los juicios no acaban o no
eran lo suficiente justos tenían que vivir con lo que su madre sacaba con el
dolor de espalda de tanto agacharse a las miserias, a esta esclavitud del 2017.
Elvira no habla del pasado, aún le duele, aún le hace llorar. Elvira no habla
del pasado, solo vive el presente y piensa en el futuro, en su futuro, en el de
su madre y en el de todos nosotrxs.
Elvira
llegó a la plaza y cuando vio que no estaba sola, se fue acercando poco a poco
a la gran bandera que daba los primeros pasos de la manifestación. Rodeada de
iguales, poco a poco se tranquilizó. Una de las chicas que estaba
allí al ver a Elvira sola, la miró y se sonrieron con tranquilidad. Estaba
físicamente sola pero caminábamos juntos. Las gargantas
iban calentando motores, se iban compartiendo pegatinas, panfletos y banderas.
Llegaban los más mayores del cementerio de Ciriego, aquellos que habían
homenajeado a sus camaradas con la internacional. Muchos ya no podían moverse
de sus sillas de ruedas pero sus voces viajaban a través de las olas, no
sabemos hacía donde, ni cómo pero lo que sí sabemos es porqué.
Las
gargantas se adelantaban a los pies, las piernas comenzaron a moverse, los
oídos nos queman a todxs y las miradas nos mataban. Mientras algunos canticos
le hacían reír a Elvira. Ella conoció a Samuel en un Burger King que a
veces iba con sus amigas. Elvira democrática cedía para que de vez en cuando
sus amigas a ella le acompañaran a algún concierto que esperaba ansiosa. Samuel
llegó de Colombia hace dos años a Santander pero se conocieron hace cinco meses
mientras servía una pizza a 8 chicas hambrientas. A mitad de la
manifestación, finalizada la Calle Burgos Samuel apareció pero se mantuvo al
margen. Ella en la carretera, cantando y con el puño en alto buscando la manera
de que Samuel compartiera con ella al menos los últimos 50 metros. Samuel en la
acera mandándole audios de sus razones. Estoy aquí por ti. Lo que no decía
Samuel es que también estaba allí por él, pero que de momento era incapaz de que lo vieran allí.
Al final
no llovió, la sonrisa de Elvira permaneció durante toda la manifestación. Elvira
terminó la manifestación sola pero estaba muy a gusto consigo misma. Elvira no
estaba sola, estábamos todxs con ella, el recuerdo de su padre y la lucha de su
madre.
Porque
al final, como gritaba Elvira, la lucha será feminista o no será.
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