El amor también se baila...
Bruce Davidson |
El
tiempo se desliza entre las manos como si fuera el poco agua que le queda en esa
botella que le dieron hace dos días en el avión mientras recorría el Atlántico.
Él, con las manos frías, se sienta en el escalón de ese portal en el que
esperan que la vida les pase de largo. Ella, en el suelo frío y húmedo de una
ciudad que ya parece suya, tiene la mirada perdida entre las bambas nuevas y
brillantes que le regaló su hermana pequeña hace tres días. Es martes y al día
siguiente la gente debe seguir construyendo un mundo a base de
dinero sudado, opresor y sangriento. Sí, y él también. Mientras todo el mundo se
agarra a los últimos minutos de la noche, él coge una de sus manos. Manos
sucias y confusas. La levanta del suelo con la seguridad de que ella está
donde quiere estar. Aquí, ahora y con él. Dispuesto a celebrar su reencuentro,
él le hace el gesto más repetido entre ellos dos. Sin ganas de salir a la pista
de baile. Ella acepta una noche más. En su cabeza; el mar, la noche, las
palabras, las miradas, las historias que quedaron en el otro hemisferio, los
bailes con premio, los cuerpos y los miedos. En su cabeza imaginaba una noche
en la playa con los silencios justos para coger aire, abrazados, quitándose los
de menos, poniéndose los de más.
Mientras
ella sonríe, acepta una última canción Ella está segura de que este amor no le queda
grande, sino pequeño. Pequeño porque la vida se hace de recuerdos y su lista
parece tener un punto y aparte. Ella no tiene ni idea a estas horas ya de nada.
No quiere pensar en el siguiente cómo, ni el próximo cuándo, ni el lejano
dónde. Lo que sí tiene claro es que no puede llegar al frío y húmedo norte sin
haber trazado un recuerdo más. El deseo y las ganas ya no se enmascaran.
Se
abrazan, fuerte. Se agarran, profundo. Se bailan, mucho. Se aman tanto...
Y antes
de que los despertadores suenen a ella le va cayendo el agua que a duras penas
le despierta. Y antes de que él apenas se dé cuenta ella está cruzando la
puerta. Ella se va. Todo a oscuras. Quizá esta mañana cuando él desayune aprecie
entre suspiros lo que fue una noche de bailes, tranquilidad y amor. Mucho amor,
del de verdad. Del que todo el mundo habla y nadie conoce.
Del que ella siente y apenas
piensa. Del que él siente y apenas dice.
Apenas
todo. Apenas nada.
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