Valiente |del latín valens, -entis.
Ester siempre
se levantaba un poco antes que yo para hacer el desayuno. Nos enseñaron a hacer
el café con cazuela en una isla de Centroamérica y así lo hicimos durante los dos
meses que allí estuvimos. Formábamos un gran equipo. Tenía unas trenzas rubias
que convertían las noches en grandes e inesperados espectáculos a contra tiempo.
Tenía la actitud de una joven actriz en los años 80. Una actriz que conoce
perfectamente su papel pero que ha decidido improvisar y esa noche se siente
más satisfecha que nunca. Ella solía sentarse a mi lado en los desayunos, a mi
izquierda concretamente. A veces no hacía falta que levantara la mirada de la Tablet
para saber que el día iba a ir bien.
Ester conocía
mi facultad para cometer errores de manera continuada y ciclíca y ella, como si
fuera un sherpa me guiaba por los recobros y los meandros de la odisea de las emociones
en esta etapa de desajustes. Como si de un puzle se tratara ella iba dejándome
las piezas siguientes de este laberinto. Incluso, a veces he pensado que
fabrica esas piezas únicas para mí, como talladas a mano.
El amor es para los valientes, me escribe en un Whatsapp a las 7.46. Lo leo. De tanto pensar en el amor ya no sé hacerlo, pienso con intranquilidad.
No sabría
explicar en qué momento Ester se fue encargando de derribar mis miedos. Solo sé
que esta mañana muy temprano abrí los ojos y vi un mundo tan perfecto que me
dio vértigo. Intenté recordar aquellas veces que me decía que saltara, que fuera
valiente. Esta mañana no pude. Sin embargo, ella recogió todas las ganas que
aún me quedan de hacer de esta historia algo con lo que reírse bonito porque,
aunque esta historia se quede a medias ella logra tejer una hamaca perfecta
donde caer.
Hoy no
fue ella quien me trajo el desayuno, pero fue quien me ha hecho mirarme, de nuevo dentro, en
el espejo. Y esa es una de las cosas que más me atrapa de ella. Mi reflejo en ella.
Frida Kahlo - “Las dos Fridas” (1939, óleo sobre lienzo, 173 x 173 cm, Museo de Arte Moderno, Ciudad de México) |
Este
autorretrato enorme que pintó Frida durante el divorcio con Diego Rivera
simbolizaba a la perfección el momento que estaba pasando. Por un lado, la
Frida enamorada de Diego y en la izquierda la mujer que Diego rechazó. La
sangre pasa de una a otra. Últimamente yo soy Frida esperando que algo pase y Ester
es la sangre que me hace recuperar la esperanza.
Siempre volveremos al lado de quien nos hizo feliz, y yo amiga mía, seguiré a tu izquierda.
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